A principios del siglo XVIII, aun
cuando la fecha no pueda ser precisada exactamente, sino que, por el contrario,
las diversas dataciones difieren mucho entre sí, habitó en Córdoba, ciudad
mexicana, una mujer de origen ignoto a quien todos conocían como la mulata.
De ella corrían versiones que
todos consideraban creíbles, aun cuando parecieran exageradas, que se trataba
de una bruja, de una hechicera, de una peligrosa mujer que había hecho un pacto
con el Diablo. Sin embargo, y a pesar de que se contaba que en su casa se
podían observar extrañas luces luego de la caída del sol, como si se estuviera celebrando
algún ritual, nunca se pudo obtener prueba fehaciente de esas actividades
secretas. Sin embargo, era verdad que se la consideraba una poderosa hechicera,
especialmente en el rubro dedicado a los milagros casi imposibles de hacer
acontecer: quienes acudían a ellas sanaban de enfermedades incurables, las
jóvenes casaderas que habían sido abandonadas por sus novios veían que éstos
regresaban para ponerse definitivamente a sus pies, quienes perdían su empleo
encontraban uno mejor. Al parecer la capacidad de la misteriosa mulata de
satisfacer a sus clientes en el arte de la hechicería no tenía límites. También
se afirmaba de ella que tenía el don de volar, y que lo hacía sobre los tejados
por las noches, alarmando a los perros guardianes, aunque jamás hubo testigo
presencial de ese prodigio.
No obstante, tanto alboroto y
rumor atrajo la atención del Santo Oficio de la Inquisición, quien no tardó en
abrir un proceso contra la mulata. En él se la acusaba de practicar la magia
negra, de invocar a los poderes de las tinieblas, de tener comercio carnal con
Satanás y de burlarse de la religión. La mulata fue sometida a juicio; muchos
de los testigos de cargo, que levantaron graves acusaciones, habían sido
anteriores clientes de la mulata. Fue encontrada culpable de brujería y
condenada a relajación; en otras palabras, a ser ejecutada en pública sentencia
por el poder civil. Se fijó una fecha para la aplicación de la pena capital,
tras un plazo de unas cuantas semanas. Días antes de la jornada fijada, se
desató un terrible aguacero sobre la ciudad de Córdoba; jamás se había visto
caer tal cantidad de agua de los cielos; las calles se hallaban sumergidas en
líquido amarronado. De pronto, un fragor se escuchó desde los muros del
edificio en donde se hallaban las celdas de la Inquisición; desde el refugio de
sus ventanas, lo atónitos habitantes de Córdoba vieron cómo la mulata huía bajo
la tormenta en un barco pequeño, que copiaba las formas de un pesado galeón
español, pero de dimensiones adaptadas al cuerpo de una persona, y era llevado
por la corriente lejos del pueblo, sin que nadie pudiera hacer nada para
evitarlo, ya que la lluvia era tan intensa que no permitía siquiera caminar.
Cuando el diluvio amainó, los carceleros pudieron ver en una de las paredes de
la celda de la mulata un barco idéntico, dibujado con carbón. Se corrió la voz
de que con sus poderes la mujer había convocado a un navío desde algún lugar
del otro mundo. Jamás nadie volvió a ver a la mulata de Córdoba, y su ancestral
sabiduría brujeril se perdió para siempre.Muchos afirmaron que era posible
verla al mismo tiempo en la ciudad de Córdoba y en la ciudad de México, lo que
en parapsicología se conoce como bilocación, o la capacidad sobrenatural de
estar en dos lugares simultáneamente. No había dudas de que mulata cordobesa
conocía los vericuetos de las antiguas enseñanzas de la magia. No por nada en
México, cuando alguien recibe un pedido imposible de cumplir, contesta: ¡No soy
la mulata de Córdoba! Hasta nuestros días ha llegado su fama.